lunes, 16 de diciembre de 2013

Luz de luna

En la fría noche persigue un mar de nubes a la luna. Pretenden las nubes arrebatar la blanca luz de luna que apaga miedos y ahuyenta fantasmas, que al amparo de la noche salen al encuentro del solitario hombre. Lucha la luna por escapar del mar de nubes, suspira el hombre por la victoria de la luna. 

Se hacen fuertes miedos y fantasmas, avanzan las nubes y tapan la luna. La fría noche es ahora oscura. Sin la luz de la luna, vencido por miedos y fantasmas, cae rendido el hombre y llora. 

De pronto se pone en pié el hombre y ahora es él quien lucha. Poco a poco se retira el mar de nubes y surge la blanca luz de luna. Con paso firme avanza el hombre, huyen ahora miedos y fantasmas. Gana en confianza el hombre y nacen pasiones, sueños y esperanzas a la sombra de la luna. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Tradiciones

Ahora que llegan las navidades, en casi todos los hogares se repetirán las tradiciones y costumbres, que en muchas ocasiones, sin saber muy bien por qué, se repiten de generación en generación. Y en casa no es diferente. 

Para mí, las navidades, más que una celebración religiosa, suponen un cúmulo de pequeños recuerdos y costumbres. Momentos disfrutados con mi ama, de momentos rodeada de familia y amigos. 

Aún hoy recuerdo con cariño, ese día justo antes de las navidades, cuando mi hermano y yo acompañábamos a mi ama y amuma a comprar figuritas para el belén y adornos para el árbol. Y aún hoy, y a pesar de que hayan pasado más de 20 años, algunas de esas figuritas y alguna que otra bola de cristal de esos días, siguen decorando el belén y el árbol. Muchas ya están descoloridas, feas, pero cuando las saco de la caja dónde han estado guardas todo un año y las cojo entre mis manos, puedo recordar con claridad el día en las que las compramos. Recuerdo a mi ama diciéndonos a mi hermano y a mí que tuviéramos cuidado y diciéndonos dónde colocarlas. Ahora las coloco sola, pero si cierro los ojos puedo oír a mi ama diciéndome que tenga cuidado. 




Pero decorar el árbol y poner el belén no son los únicos buenos recuerdos que guardo relacionados con la navidad. Año tras año, era ineludible la visita a la exposición de belenes que se organiza en Bilbo. Y ese era un día grande. Bajar a la gran urbe, toda una aventura. Tanto para mi hermano como para mí, que hemos crecido en un pequeño barrio, de un ya de por sí, un pequeño pueblo, Bilbo era la leche. Recorrer Bilbo, engalanado con las luces navideñas, de un rincón a otro para visitar las distintas exposiciones nos encantaba. Además la visita siempre acababa con un chocolate. Esta visita sigue siendo tradición, y salvo raras excepciones, todos los años bajo a Bilbo con mi ama, recorremos la ciudad y acabamos la tarde con un chocolate, como cuándo era niña. 

Decorar el árbol, poner el nacimiento, la visita a la exposición de belenes, son recuerdo que guardo con cariño. Pero también recuerdo con cariño el tener a todas la familia al rededor de una mesa, todos juntos. Normalmente siempre acababan en pelea, como ahora, pero poder estar todos juntos, era toda una experiencia, pues las navidades eran de los pocos días en los que podíamos estar todos juntos, a gritos, pero juntos. Y relacionados con la mesa muchos recuerdos, muchas tradiciones. Aún hoy las mantenemos. Una de ellas, bendecir la mesa y recitar el padre nuestro. Está última labor correspondía a los más jóvenes de la casa, a los niños, esto es, a mi hermano y a mí. Cada día uno. Y ahí empezaban las discusiones, que si te toca a tí, que no, que a mí no me toca .... Ahora les toca a mis primos, y ellos, al igual que mi hermano y yo discuten por librarse. Otra tradición, que ahora que no está mi amuma continua mi ama, es la siguiente: en nochebuena, se coge un trozo de pan, se bendice haciéndole una cruz en la parte de atrás y se mete debajo del mantel. Ahí permanece toda la noche. A la mañana siguiente se guarda, pero antiguamente se troceaba y se les daba de comer a los perros de la casa para evitar que cogieran la rabia. De esos trozos de pan hay muchos por casa, duros como una piedra pero sin una sola mota de moho. 

                 

Al fin y al cabo, para mí, las navidades no son una celebración religiosa, son unos días en los que poder disfrutar de la familia. Ahora, lo entiendo, pero cuándo era pequeña no entendía por que tenía que compartir a mi ama con tanta gente, la cosa de tener un negocio familiar en el que se trabaja de lunes a lunes. Así, todos estos pequeños momentos eran momentos que tenía a mi familia sólo para mí, sin tener que compartirla. En esos momentos al rededor de la mesa, mientras decorábamos el árbol o visitábamos la exposición de belenes parecía que el tiempo, el mundo se paraba. 

Así, supongo que cómo en mi casa existen estar tradiciones y costumbres en las vuestras existirán otras. Y para acabar u par de tradiciones más. El día de nochebuena se come arroz blanco con chirlas y el día navidad y año nuevo se desayuna chocolate con croissant. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Espejos


No me preguntéis el por qué, pero esta tarde me he encontrado reflexionando sobre lo que es un maestro y lo que representa. 

Si nos quedamos con la definición académica de la palabra podríamos decir que maestro es la persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo. Pero yo creo que va más allá de una mera transmisión del conocimiento. 

Si nos fijamos en las distintas disciplinas artísticas, la música, la pintura, la escultura, la fotografía o incluso las artes marciales, podremos observar que los alumnos son el espejo del maestro. Esto es, generación tras generación, en el alumno se reconocerá al maestro, la escuela de la que viene. Tal vez sea una nota tocada de una forma extraña, los trazos delicados del pincel, la forma de usar la luz o la extraña postura de una mano. Pero al final,  por muchos años que pasen, en los pequeños detalles podremos encontrar a aquel primer maestro. 

Este es un hecho que hace años, cuando comencé a practicar Tai Chi Chuan no entendía. Cuando mi maestra, la Shimoo, así nos lo explicaba, aquellos días, en los que comparaba al maestro con un padre. Hoy, pasados los años, lo veo cada vez más claro. De igual manera que los hijos acaban pareciéndose a los padres, los alumnos acaban pareciéndose al maestro. Así, el uno, se convierte en espejo del otro.

Si bien es cierto que cada alumno incorporará su propia identidad al arte que practique, parte de la personalidad del maestro también lo impregnará. Del maestro ambicioso y orgulloso, surgirán, artistas ambiciosos y orgullosos, y del maestro humilde, nacerán, artistas humildes. Así, muchas veces, la decepción de un maestro con el alumno viene de reconocer los propios defectos en él. ¿Qué hacer entonces? Avanzar. Avanzar hacia la aceptación del propio defecto para superarlo, como el borracho que reconoce que lo es, para dejar de serlo. En definitiva, como el borracho, cada uno de nosotros tenemos en nuestra mano la llave de la puerta que nos deje avanzar. Lo único que tenemos que hacer es abrir los ojos a aquello que muchas veces no queremos ver, para darnos cuenta que, la llave está en nuestra posesión, y que está en nuestra elección usarla y abrir la puerta, o quedarnos encerrados. 


martes, 2 de abril de 2013

Herencias

Ahora que ya ha pasado la época de poda, llega el tiempo de harar. Pero todavía hay que esperar que los tímidos rayos de sol de la primavera seque la mojada tierra de los campos. 


Este año el agua y las nevadas han hecho que la tierra esté más blanda de lo normal. Hay que esperar que el sol de primavera que todavía apenas calienta seque los campos, que la tierra se endurezca, para que el harado y los bueyes, en aquellos lugares en los que el tractor todavía no ha llegado en pleno siglo XXI, puedan trabajar. 

Pronto empezaré a ver en los campos vecinos, a una pareja de hombres, padre e hijo, trabajando la tierra. Uno dirigiendo los animales, una enorme pareja de bueyes, otro, dirigiendo el harado, con un entendimiento que no necesita palabras. Como antaño, como en tiempos de sus padres, de sus abuelos. 

Después tocará recoger el harado y cuidar de los animales. Limpiarlos, secarlos y darles de comer. Dejarlos listos para otra dura jornada de trabajo al día siguiente. 

Ver a ese padre y a ese hijo me recuerda mi infancia. Ver a mi aitite sentado en el frío suelo de piedra. Con una punta y un martillo. Sin pausa, pero sin prisa. Golpe a golpe, afilando la guadaña. Dejándola lista para que mi aita puediera usarla. Ahora mi aitite ya no está, y ya hace tiempo que no oigo ese rítmico sonido. Pero todavía hoy, en esos días soleados de pimavera y verano, puedo cerrar los ojos y verlo sentado. Con sus pantalones azules de mahón. Su camisa a cuadros arremangada y un viejo sombrero en la cabeza. Entre el sol y  la sombra. 

De la misma forma, puede ver a mi amuma Luci, a la madre de mi padre, pequeña, enjunta, en pleno invierno, en época de txarribodas, con la camisa arremangada por encima de codo, agachada frente al cerdo, con el brazo en un barreño revolviendo la sangre que brota del cuello del moribundo animal. Ella tampoco está. Y también puedo ver a mi otra amuma, a Miren, la madre de mi madre, limpiando los intestinos del cerdo. Ella también arremanga, pero a diferencia de amuma Luci, ella es alta, ancha, una mujerona. 

También veo al hermano de mi aita, al tío José Manuel, junto a su madre, preparando la manteca, mano a mano, igual que ese padre y ese hijo del que ya os he hablado, sin necesidad de palabras. Él tampoco está. 

Alguno de ellos ya son muchos años que se han ido, otro no tanto. Por suerte, ahora veo a mi ama y a mi aita, siguiendo la tradición que heredaron. En casa se siguen criando cerdos, ya no tenemos vacas, y se siguen haciendo txarribodas. Lo que temo es que, con ellos, la tradición acabe. Ni mi hermano ni yo sabemos nada de cerdos, y menos de morcillas y chorizos si no es para catarlos. 

Ahora que parece que con la crisis el sector primario, el campo, la ganadería, "vuelven a estar de moda", espero que estas tradiciones no se pierdan. Espero que siga habiendo hijos, e hijas, que decidan seguir los pasos de sus padres, de sus abuelos. 

Yo seguiré cerrando los ojos para oir a mi aitite afilar la guadaña.