Muchas veces nos olvidamos de vivir el aquí y ahora. Nos aferramos al pasado con una fuerza que nos impide vivir el presente. Los rencores, los miedos, muchas veces nos impiden avanzar, y como una ancla inmoviliza a un barco en el mar, nos mantienen en un ayer que ya fue.
Otras, las ansias de cumplir las metas marcadas para nuestra vida, nos hacen vivir en un mañana que todavía no es. Olvidamos el presente y nos centramos en lo que está por llegar, y quien sabe, cómo será.
Al final, el anclarnos en el pasado, o el correr hacia el futuro, impide que vivamos el momento. Momentos, situaciones, emociones que no se volverán a repetir pasan ante nosotros sin que nos demos cuenta. Un beso de un hijo, la caricia de un marido, las palabras amorosas de una madre, su aliento, se pierden en los recuerdos del ayer. Otras, nos vamos de este mundo sin decir te quiero a la persona que más amamos, si decir esas palabras de aliento, sin disfrutar de nuestro amante, pensando que el mañana estará esperando.
Olvidamos que los verdaderamente importante es el aquí y el ahora. El ser conscientes de nosotros mismos, de lo que hacemos, pensamos y sentimos en cada momento. Que por mucho que añoremos el pasado, éste no volverá, que se trata de un tren que ya partió. Y que el mañana no llegará antes por mucho que corramos, y que no será como queremos que sea, por mucho que así lo planeemos, por mucho que nos esforcemos para que así sea. El mañana será como tenga que ser, y nada, ni nadie puede evitarlo.
Entonces, seamos como corredores de fondo, y concentrémonos en el aquí y el ahora.
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